sábado, 20 de marzo de 2010

Marzo Musical (Moskografía ha resucitado)

sábado, 20 de marzo de 2010 0

Rayos que por un momento pensé que este blog ya estaba definitivamente tirado a la basura.

Buenos días desmadrugados mis queridas moscas, me reporto desde el rincón más cómodo de mi cama, escribiendo con enormes ganas y no como otras veces en que solo ponía cualquier cosa para no perder el hilo de actualización de posts.

Pues acabo de arribar del Lunario del Auditorio Nacional, en donde fui a despilfarrar cualquier cantidad de dinero y lágrimas viendo a uno de mis cantautores favoritos: Edgar Oceransky. Se presentó en este íntimo espacio acompañado de su íntimo amigo Raúl Ornelas, con quien trabaja en su íntima gira llamada Dos Necios de Verdad.

Y digo que este día fue muy bueno en el aspecto musical, apenas al medio día me fui a un recital de Jazz en el auditorio de mi escuela, del que salí tristemente desilusionado en cuanto a mi perspectiva musical que a este género se refiere. Con ánimo aguanté las primeras tres piezas (de unos 15 minutos cada una) y luego me di cuenta que no se apreciar el jazz o descifrarlo con tanta habilidad y/o pasión como para disfrutar de todas y cada una de las partes que componen las canciones que el Trío de Remi Álvarez preparó para esta ocasión.

Aparte de cansarme de las manos por sostener por más de 20 minutos la cámara en modo video, el concierto me trajo severas y salvajes reflexiones. Si son perseverantes podrán observar a que me refiero en el siguiente video que tuve la molestia de subir a mi canal de Youtube.

Por ahí de la mitad de esta canción los instrumentos simple y sencillamente se vuelven locos y uno puede pensar en una experiencia religiosa a nivel musical, jajaja, y eso que no alcancé a grabar una pieza anterior en que el baterista ejecuta una sección de solo por más de 5 minutos. ¡Que rayos! Nunca había escuchado algo igual, ni aún cuando vino a la escuela un grupo francés en la temporada de 2005 y que brilló por la cantidad de efectos digitales que introducían a sus instrumentos, sobre todo en guitarras y el bajo.

Ahora bien, la diferencia es que este trío mexicano es acústico en toda su expresión. El trombonista invitado es un virtuoso en lo suyo y toca cosas tan desfasadas que pensé: ¿hasta qué punto puede llamarse música el sonido emitido de un instrumento? Una vez, hace unos dos años, mi maestro me aclaraba esta duda que surgió hoy: la música es la nota correcta en el tiempo correcto. Me aclaró también que el silencio forma parte esencial de la música, pues también se considera un elemento más, incluso con una figura específica en el pentagrama.

Ahora bien, aludiendo a mi buen amigo Moisés, baterista de un grupo donde estuve tocando llamado Zezna (que nada tenía que ver con el jazz, sin embargo mi amigo y yo siempre compartimos el gusto por la música rara), decía que el jazz tenía una fórmula muy particular, a diferencia de la música clásica: No hay reglas. Compases de cuatro cuartos se combinan con seis octavos y duración al gusto del que ejecuta. El otro ingrediente es la improvisación y ésta refleja precisamente la creatividad y sentimiento del instrumentista.

Digo, pero estos tipos del medio día rebasaron todas las expectativas que incluso imaginé serían imposibles. Un trombón sonando como trompeta y un sax que parecía silbato de vendedor de globos. El bajo que no se deja de mover y la batería que toca cosas que sólo el entenderá que son. Cuando dijeron que se retiraban, no pude ser capaz de gritar que se aventaran otra rola. Necesitaba tiempo y espacio para mí mismo. Necesitaba también un cigarro.

Y llega la noche y todo cambia. Ahora florecen los poemas cantados y el ambiente bohemio de mano de los trovadores Raúl Ornelas y Edgar Oceransky. Sus canciones conocidas y reprimidas en lo más estricto de la regla musical, casi se pueden descifrar a la primera intención. Unos músicos que los acompañaban que tenían talla de grandes y profesionales, y sin embargo no me sorprendieron para nada. Aquí no importaba lo que ellos hicieran o dejaran de hacer, total, mientras a Edgar y a Raúl no se les olvidaran las letras o no desafinaran sus espectaculares voces todo estaba bien. Los gritos del público femenino no se hicieron esperar. Las canciones pasaban entre reseñas y bromas con el público. Constantemente se prendían las luces del lugar y los cantantes interactuaban de forma natural con su fiel público. Me impactó la sencillez de estas personas, que se dejaron exprimir hasta que se les agotó de plano el repertorio. Los tragos coquetos elevados como aquel que pagué en Puerto Vallarta pero que valían la pena, ya sea porque se quita la inhibición y uno es capaz de gritar y cantar a todo pulmón o simplemente porque viejas heridas se abren y huelen a dolor y sangre como en un pasado en que estaban latentes y sin cura. Tal es el caso de la siguiente canción, grabada también por su servidor pero en esta ocasión con el móvil, dado que olvidé la cámara en mi casa.

¡Dios! Qué fuerte fue escuchar la frase de ‘Haz visto que la luna al nacer se siente cerca pero está lejos’ de nueva cuenta. Los sentimientos se me cruzaron entre sí y la vista se me nubló por las lágrimas que ya abundaban. Edgar me enseñó en ese entonces que su música es un patrón de comparación de penas, pues si bien me sentía mal, me contenté con la idea de que la canción sufría más que yo (jajaja). Además, su plática de esta noche no se me olvidará y la anotaré en mi libreta de frases célebres, junto a las de Che Guevara y Gandhi:

Si una vieja te manda a la chingada, qué tiene, de qué lloras,
total, de ahí venías anteriormente

jajaja. Bueno el concierto de esta noche, fue bueno estar en un concierto íntimo y no masivo, de verdad que me hacía falta.

Salud y Saludos!

 
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