viernes, 20 de marzo de 2009

La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella

viernes, 20 de marzo de 2009

Moskitas!!!

Les aviso que me acabo de estrenar ayer con una publicación en Wordpress, en donde participo en un blog dinámico llamado El Blogguercedario.

Ah chingá, y eso qué es?

Ah ps mira, en ese blog participamos 27 personas de diferentes partes del mundo de habla hispana. A cada uno se le asigna una letra del alfabeto (omitimos la Ñ por motivos de que no todas las computadoras la procesan).

A veces se publica de forma descendente, de la A hasta llegar a la Z; en estas rondas estamos publicando de forma ascendente, de la Z a la A. La dinámica es que se utiliza una frase para abrir un tema en un post y al final ese usuario debe decir a quien le toca el siguiente turno y dejar una frase en letras negritas y cursivas que será el título del siguiente post. Aún así, el tema es libre!!!

Dónde lo veo o que pedo?

La dirección ya la puse a modo de link arriba, de todas formas por si no la viste te la dejo aquí abajo.

http://blogguercedario.wordpress.com

Qué ganas con escribir ahí?

Ps nada, jajaja!!!

A continuación les dejo la copia del post que hice, de todas formas denle clic al link de abajo y los llevará a la entrada original en wordpress, para que chequen los comentarios que me dejan y no olviden comentar aquí o allá, eh?

 

La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

Convencido por los conservadores valores familiares en que se crió, él no sabía hacer nada más allá de lo moralmente bueno y todo lo demás lo veía con despecho. En algunas circunstancias, esto lo favorecía y se ganaba la confianza de la gente que lo rodeaba, tal era el caso de los negocios o de las responsabilidades asignadas, el respeto a la ley y los modales tan cordiales con los que se conducía. En otros aspectos menos terrenales, era considerado incluso un idiota.

A sus 26 años él no había poseído aún a mujer alguna, no en el contexto al que me refiero del verbo, y tampoco había experimentado alguna aventura que de acordarse se le pudiera poner la piel chinita. Había salido de su reciente adolescencia, bastante reprimida por su propio pensamiento, y se aproximaba hacia una ‘madurez mental’ bastante pobre. Y todo porque poco había experimentado de la vida. El sabía decir NO, porque era lo que sus propias reglas le exigían. Vestido siempre de forma elegante, en algunos lugares era bien visto pero en otros solía pasar totalmente desapercibido. Amante de la música clásica del barroco y experto observador de obras arquitectónicas.

Una vez, durante el receso de una junta en la empresa en que laboraba, oyó a alguien decir que la mejor manera de librarse de la tentación era caer en ella misma. ‘Muy apropiado’ se dijo para sí un tanto indignado y volteó a ver a la chica que pronunciaba tan peculiar frase. No pudo evitar plasmar su mirada en sus piernas, aquella mujer llevaba una falda elegante pero bastante ajustada, larga sólo hasta las rodillas. Aún así se podía apreciar la perfección de su cuerpo a través de la tela.

- No puede ser – pensó – esto debe ser eso que ellos llaman tentación.

Se equivocaba por completo. La tentación era un llamado a lo malo, el deseo de querer hacer o poseer algo. Y él sin embargo, sólo se había deleitado con la belleza natural de aquella mortal. Surgió en su cabeza entonces un debate sobre lo que era la tentación. Lo prohibido, lo anhelado, lo imposible, todo esto encajaba en su propio concepto. A su vez se preguntó qué pasaría si lo anterior se viese superado, es decir, si lo prohibido se realizaba, si lo anhelado se alcanzaba y si lo imposible se experimentaba. Entonces el término tentación habría caducado. Teóricamente, quizá tenía razón.

Pero el dilema de lo que es bueno y lo que es malo él lo tenía bastante definido (a su modo y a su singular forma de ver las cosas). Así que, concluyó que lo que había experimentado, el placer de mirar a una mujer no era la tentación a la que se refería la chica que estaba sentada a sólo dos mesas de distancia en aquella cafetería. Sin embargo, esa mujercita que sin duda era mucho más joven que él tenía algo. Era sensual. Pero esa palabra tampoco estaba bien vista por él. Era la realidad, no se dio cuenta que con su sola presencia, la dama atraía la atención de casi todo el lugar, había en sí una gran cantidad de hombres mirándola, algunos disfrutando de la vista y otros se iban más allá, a divagar con la imaginación.

El caso de nuestro protagonista era lo segundo. Sin percatarse, su pensamiento trataba de adivinar qué escondería bajo esa falda aquella mujer. ¿A qué olería? ¿Cómo se sentiría su piel? ¿Caliente, tibio o frío? Nunca se le había ocurrido, o más bien, nunca se había permitido ir más allá cuando experimentaba estos humanos pensamientos. Siempre se cortaba él mismo, se cambiaba el tema y se reprimía sólo.

Experimentó naturalmente una leve erección, por lo cual se sintió avergonzado, al estar en un lugar público y creer que era el centro de atención de la muchedumbre. Camino a casa se permitió seducir por la experiencia de hace algunos instantes. Llegando a su departamento, su imaginación había llegado muy lejos. La imaginaba desnudándola, besándole cada rincón del cuerpo y provocándole ese mismo placer del que ahora era preso con sólo recordarla. Quizá lo que más le excitaba era que se trataba de una jovencita. Se masturbó con exagerado frenesí y terminó bastante pronto. Ya calmado y un poco más relajado, decidió que habría de poseerla. Lo curioso era que no tenía la mínima idea de cómo hacerlo, pero si tendría que ser ortodoxo (como siempre lo había sido en toda su vida), entonces la respuesta se la podía dar un diccionario. La palabra tentación en sí se refería a un estímulo que induce a una cosa mala. Pero a él no lo había poseído la belleza descomunal de la chica, sino más bien aquella frase que había escuchado salir de sus labios. Entonces, como fiel aprendiz, tendría que demostrarle al maestro (maestra en este caso) que lo aprendido se podía aplicar.

Cuidadoso y observador, tal como siempre lo era, observó a la chica y examinó cada uno de sus movimientos en su lugar de trabajo. Así la vigiló por sólo tres días, en los cuales se acumuló una bomba de deseo en su interior. Al tercero simplemente la esperó a la salida del trabajo en el estacionamiento del edificio. Ella siempre llegaba sola. Así que, sin otro plan que aplicar, le cubrió sus ojos y de forma violenta la hizo entrar en su coche. La amenazó con un arma ficticia, pero tan real en la ciega realidad que la chica experimentaba, por lo que no puso mayor resistencia.

La llevó inmediatamente al departamento, la acostó en la cama y le descubrió el rostro. La chica estaba completamente asustada, no sabía en realidad qué le deparaba el destino. Como siempre, ella portaba un traje formal, pero ajustado a su cuerpo le sentaba bastante coqueto. No la amarró ni tampoco la golpeó. Entonces se aproximó a una silla que había frente a la cama y lentamente se sentó.

- ¿Qué dijiste la otra vez en la cafetería?

- Decir qué – contestaba ella completamente confundida - . No sé de qué me habla.

- Hablaste sobre la tentación.

- Yo no he hablado nada con usted, no sé a qué se refiera.

- La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella. ¿Qué opinas ahora?

La última pregunta sí que la dejó helada. Ahora ella se veía como un inocente cordero acechado por un hambriento lobo. No habría más que pensar. Ese hombre la iba a poseer de cualquier forma. Así que, recuperando un poco el aliento, ella se repuso, confiando en que el diálogo podría ser todavía un recurso en su auxilio:

- La tentación, querido – improvisando una voz en tono sensual – sólo deja de serla cuando uno pasa por encima de ella. Estoy segura que lo único que se puede hacer para quitársela de encima es entregársele. Pero una vez hecho esto, no creo que el deseo se esfume, entonces volveremos al principio. Ahora dime, ¿qué es lo que deseas?

El hombre estaba loco de deseo. Ella entonces abrió ligeramente las piernas y permitió que la vista de él le traspasara las entrañas. Pero no pasó nada más, él se paró, acarició levemente la pierna izquierda de ella y salió de su habitación. Le ordenó entonces que se fuera, pues su deseo quedó satisfecho. Ahora bien sabía que la dignidad de aquella mujer estaba destrozada, y eso era lo que más anhelaba desde el principio, desde que la había escuchado decir aquella farsa. Lo demás que pudo haber pasado él le restó importancia, porque bien sabía que el sexo es algo que viene y luego se va.

 

Punto Final.

Salud y Saludos!!!

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