miércoles, 29 de abril de 2009

Empieza a hacer maletas que nos vamos a París

miércoles, 29 de abril de 2009

Entrada correspondiente a la 16a ronda invertida en Blogguercedario.

Siempre había querido viajar con la que fuera el amor de mi vida. Mariana… aquella niña me traía loco. La conocí en un concierto, todavía recuerdo bien ese momento. Estatura media, morena, delgada y con unos rasgos en la cara muy finos. Fue casualidad ese encuentro, nunca nos buscamos y no nos habíamos visto siquiera antes. Yo entonces me dirigía a la salida del foro donde acababa de tocar una banda francesa de jazz. Era un festival de ese género en mi ciudad y yo no me lo perdí de principio a fin. Una trompeta que hablaba por sí sola acompañada de un contrabajo y una guitarra eléctrica que hacía maravillas, por no citar el impresionante talento del baterista y un vocalista que jugaba con la música en su voz sin articular ni una palabra, sólo eran sonidos guturales.

Impactado iba pues, emocionado y con muchos sentimientos que expresar al respecto. Iba sólo, dado que a nadie de mi círculo le gustaba aquella música. En el estacionamiento, mientras abría el auto y hablaba por el móvil a la vez, fue que la vi pasar. ‘Atractiva’ fue todo lo que alcancé a pensar en ese momento. Iba entonces manejando a la salida del estacionamiento cuando la vi parada en la esquina próxima, mirando a todos lados como perdida. Pensé que a lo mejor venía en transporte público y sí que era bastante tarde, todo estaba cerrado entonces. No le presté importancia, más bien sentía una sed impresionante y me dirigía a una mini tienda de autoservicio que estaba próxima al foro. En la fuente de sodas pedí una cerveza y fue como la vi entrar de nueva cuenta, esta vez con una molestia bastante reflejada en su rostro dirigiéndose a la cajera para comprar una tarjeta de prepago para su móvil. Si fuera otra situación, ni siquiera me dirigiría a ella, pero me sentía tan bien que me nacieron ganas de hablarle y quizá compartir impresiones acerca del concierto que acababa de pasar. Así fue que la abordé con un rotundo rechazo al principio, por lo que me regresé los pies a la tierra y me di vuelta un tanto apenado pero nunca molesto. Al cabo de un rato ella se dio cuenta que no tenía otra opción y accedió a sentarse a mi lado, disculpándose por el momento anterior y abriendo poco a poco una interesante plática.

A mí me pareció muy inteligente aquella mujer, y ya cuando me disponía a marchar, le ofrecí el último cigarrillo y anuncié mi partida, a lo que ella me miró con un poco de inseguridad, dado que (como había adivinado) no tenía medio para llegar a su casa, a menos que invirtiera su dinero en un caro viaje por taxi para atravesar la ciudad. Hasta en eso coincidimos, íbamos más o menos al mismo rumbo y me ofrecí de inmediato a trasladarla…

Desde esa noche han pasado muy pocos meses, y es que todo transcurrió demasiado aprisa. A los tres días la busqué para que saliéramos a tomar algo y a las dos semanas ya habíamos hecho de nuestra relación un bonito noviazgo que yo le daba mucho futuro. Incluso fuimos de paseo a varias partes de México cada que podíamos. Muy intenso todo, entre semana me iba a la escuela y al trabajo y los fines me escapaba con ella en el auto a cualquier lugar. No fue raro que llevásemos nuestra relación bastante lejos y ya todo el barrio nos veía juntos a cada momento y en cada fiesta, reunión, conferencia, etcétera. No había motivo de enojo o celo con ella, nos comprendíamos bastante bien y nos llamábamos a cada rato.

Algo que sin duda nos unía e identificaba mucho era la música, el jazz en específico. A mí me encantan los ritmos latinos expresados en el Jazz Afrocubano mientras ella era más de ritmos modernos y nuevas tendencias, el Acid Jazz. Pensamos entonces en recorrer juntos los lugares en donde este género vio nacer o crecer a las estrellas que nosotros admirábamos. La idea nació como un ‘algún día’ o ‘en un futuro’. Afortunadamente me llegaron unas regalías en el trabajo por lo que pensé planear mis próximas vacaciones, mejor dicho, nuestras próximas vacaciones. Pero pensé mejor en darle una sorpresa. Mi compañera se lo merecía. Yo estaba muy emocionado dado que nunca había viajado a otro país y hacerlo en estas circunstancias significaba para mí una experiencia inolvidable. ‘París’ pensé al instante e investigué un presupuesto modesto pero gratificante. Sí, era lo correcto, dado que cuando nos conocimos, el festival de jazz en cuestión estaba dedicado a Francia. Una noche mientras bromeábamos en su casa, le comenté en un tono igual de broma, ‘Empieza a hacer maletas que nos vamos a París’. Imagínate su cara, asombro e incredulidad, combinado con un traba en el habla y más asombro y más incredulidad, jajaja.

Los días previos transcurrieron en paz, comprando en centros comerciales e informándonos un poco sobre los lugares que deberíamos visitar, además de ella tratando de perfeccionar apresuradamente su francés que llevaba cursando en la Facultad de Contaduría. Yo me dirigí a mi padre para que me prestara un dinero extra con plazo de pago a medio año, en lo que me recuperaría del gasto en el viaje. A los dos días antes de partir adquirí los boletos del avión y del hotel que previamente había pagado y de ahí la espera, minuto a minuto, viendo como la vida se iba lentamente por 48 horas. El día en cuestión llegamos temprano al Aeropuerto de México para el trabajo de rutina que nos tenían preparado previo despegue del avión. Era impresionante, ni siquiera había volado antes y todo aquello se quedó grabado para siempre en mi mente.

Lo que pasó en París fue el sello que se imprimió a nuestra relación. Compartimos nuevas experiencias juntos y, claro, nos deleitamos con el buen jazz de Francia, además de su café y sus callejones románticos, sus museos, su clima, la gente, la arquitectura, el idioma, en fin… De vez en cuando me pregunto si viajar a otro lugar hubiera sido igual de bueno, porque sinceramente la decisión de viajar a París fue azarosa, como azaroso fue nuestro primer encuentro, como azarosa e incierta fue nuestra relación al principio, como azaroso será nuestro destino final.

Esta vez, por fin entendí que la vida suele darnos sorpresas a la que nosotros no estamos preparados, ¿o será que la vida es azarosa también y el destino no existe?

Ah, qué emoción, pon un son de Compay Segundo para animarse el corazón.

Saludos!

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